El año 2023 lo tiene todo para ser un hito en el desarrollo de las llamadas smart cities (ciudades inteligentes) en Brasil. El concepto se aplica a las ciudades que utilizan tecnologías digitales y análisis de datos para mejorar los indicadores socioeconómicos y la sostenibilidad.
Hay diferentes razones para la perspectiva positiva. El primero es el avance del Proyecto de Ley 976, que establece la Política Nacional de Ciudades Inteligentes (PNCI). La legislación ha estado pasando por la Cámara de Representantes desde 2021 y podría ser votada en el Senado a finales de este año. Si se aprueba, proporcionará apoyo regulatorio e incentivos para crear planes de ciudades inteligentes en todo el país.
El segundo es la difusión de 5G. Según el McKinsey Global Institute, «antes de que una ciudad pueda ser inteligente, necesita estar conectada en red». La nueva tecnología aumenta el número de posibles conexiones a Internet por kilómetro cuadrado, de 10.000 a un millón, y disminuye la latencia, la diferencia de tiempo entre una solicitud de Internet y la respuesta, casi a cero.
Además, el 5G aumenta la capacidad de procesamiento de descargas de 1GB a 20GB por segundo y, con la recopilación y envío de más datos, abre espacio para la expansión de otra tecnología clave para el desarrollo de ciudades inteligentes, el Internet de las Cosas (IoT).
A IoT é o que está por trás de algumas das principais tendências em smart cities em 2023, não só no Brasil, mas também no restante do mundo, com impactos diretos sobre a demanda por infraestrutura de TI nas cidades. Veja abaixo quais são elas:
Ciudades resilientes
Una de las aplicaciones del IoT en auge en las ciudades inteligentes es en la prevención y gestión de la respuesta a los desastres naturales, cada vez más comunes con los eventos provocados por el cambio climático.
La tecnología permite, por ejemplo, la creación de sistemas de monitorización en tiempo real de taludes, alertas tempranas de inundaciones e incluso la predicción de terremotos.
Uno de los ejemplos de cómo se ha hecho esto proviene de la capital argentina. Allí, la administración pública desplegó sensores para monitorear en tiempo real los aproximadamente 1.500 kilómetros de tuberías de drenaje de aguas pluviales. Con esto, la ciudad pudo predecir inundaciones y puntos de inundación, emitir alertas y reaccionar más rápido ante sucesos graves.
Otro caso proviene de China. En la provincia de Fujian se está probando un sistema de vigilancia y alerta temprana de deslizamientos de tierra, basado en el análisis de una amplia gama de fuentes, que van desde datos de lluvia e imágenes satelitales hasta información de sensores desplegados en áreas de riesgo. La información es recogida y analizada en tiempo real, generando alertas según la curva de deformación del suelo.
Movilidad 2.0
La movilidad urbana es una de las áreas donde las aplicaciones que involucran IoT tendrán el mayor impacto en las smart cities en el futuro cercano. La reducción en el tiempo promedio de viaje puede variar del 15 al 20 por ciento, según un estudio de McKinsey. En las grandes ciudades, esto representa alrededor de 30 minutos al día.
La lista de herramientas disponibles para ello incluye monitorización de tráfico en tiempo real y semáforos inteligentes, capaces de tomar decisiones para mejorar el flujo de vehículos. También existen herramientas que ayudan a optimizar los sistemas de transporte público, además de los vehículos autónomos y la llamada movilidad como servicio (MaaS).
MaaS, en concreto, es un concepto que principalmente facilita la vida de los usuarios al permitirles planificar y ejecutar desplazamientos urbanos pagando a través de una misma interfaz digital por diferentes proveedores de servicios, públicos o privados. Así, alguien puede salir de casa a pie, alquilar una bici para ir al metro, bajarse en otra estación y coger un coche por app, sin tener que pagar por cada uno de los modos por separado.
En el futuro, esto se puede hacer a través de identidades digitales o biometría. Según Visa, se espera que los medios de pago sin contacto muevan US $ 18 mil millones para 2025. En algunas ciudades y países importantes de Oriente Medio, como Qatar y los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, esto ya es una realidad para más del 50% de la población.
Ámsterdam, Países Bajos, es otra smart cities destacada en el mundo en gran medida por las iniciativas de movilidad. Los datos de tráfico capturados por el gobierno se comparten con los desarrolladores, que ayudan a mejorar el tráfico y las alternativas logísticas en la ciudad a través del desarrollo de aplicaciones de mapas y vehículos compartidos, luego integradas en el sistema de transporte.
Una de las iniciativas más recientes en la capital holandesa es el uso de embarcaciones eléctricas autónomas, repuestas por paneles solares, que aprovechan los aproximadamente 75 kilómetros de canales locales para el transporte de carga y personas, ayudando a reducir el tráfico.
Gestión pública
La masificación del uso de cámaras y sensores en las ciudades proporciona un volumen creciente de datos a herramientas de inteligencia artificial que también facilitan la gestión pública, indicando ineficiencias, emitiendo alertas sobre ocurrencias y anticipándose a problemas.
Las aplicaciones estratégicas y tácticas son múltiples. Van desde la mejora de la información para la planificación urbana hasta la reducción del tiempo de respuesta ante incidentes delictivos y accidentes de tráfico. Desde la creación de mejores servicios, como el seguimiento a distancia de enfermos crónicos, hasta la reducción de costes mediante la eliminación de residuos.
Los sistemas de alumbrado inteligente, ya en uso en ciudades como Berlín (Alemania) y Barcelona (España), por ejemplo, adaptan la intensidad de las luces al movimiento en la calle.
Singapur, un referente en lo que respecta a las ciudades inteligentes, tiene un gemelo digital desde 2020. En la versión virtual de la ciudad, los gestores pueden anticipar los impactos de los cambios realizados en el mundo real que van desde la apertura de nuevas calles, desde la construcción de edificios y edificios comerciales, hasta cambios arquitectónicos en edificios existentes, como los realizados en ventanas o techos.
En Brasil, Pindamonhangaba ha seguido un camino similar. La ciudad firmó un contrato a finales del año pasado con Scipopulis que implementó una plataforma que integra y procesa datos para ayudar a la gestión pública, Plancity.
Con el uso de la nueva tecnología, la administración tendrá una visión clara de la ciudad, barrio a barrio, calle a calle, creada a partir del análisis de la información sobre movilidad urbana, datos socioeconómicos, censo educativo e indicadores de desarrollo sostenible.
«A través de este análisis de datos, la ciudad podrá tomar las mejores decisiones en beneficio de sus ciudadanos. Además, podrá identificar qué regiones del municipio demandan diferentes tipos de servicios, y así atraer a nuevos inversores», afirma Roberto Speicys, cofundador y CEO de Scipopulis.
Según el ejecutivo, a medio plazo, la población también tendrá acceso a la información analizada, mejorando la transparencia del proceso de toma de decisiones y permitiendo una participación más activa de la población en las decisiones tomadas por el poder público.
Sostenibilidad
El uso de IoT y otras nuevas tecnologías también es útil para combatir el cambio climático. Según McKinsey, la combinación de automatización de edificios, precios dinámicos de la electricidad y la adopción de datos en la construcción de un plan de desarrollo urbano que privilegia la diversificación de los modos de transporte puede reducir las emisiones de carbono hasta en un 15%.
También según la consultora, los sensores asociados a herramientas de análisis de datos permiten reducir en un 25% las pérdidas con fugas de agua en los sistemas de distribución, y ayudan en el monitoreo de la calidad del aire y en la identificación de fuentes contaminantes, facilitando la lucha contra el problema.
Copenhague, considerada uno de los principales puntos de referencia en ciudades inteligentes en el mundo, por ejemplo, está en camino de convertirse en la primera ciudad neutral en carbono, a pesar de que ha abandonado su objetivo inicial de llegar allí para 2025.
Los avances son el resultado de una apuesta a largo plazo por la planificación urbana integrada hecha a partir de datos, cada vez más recogidos con la ayuda de nuevas tecnologías, como teléfonos celulares, dispositivos GPS en autobuses, sensores en alcantarillas y papeleras. Hoy en día, la ciudad cuenta con más de 450 kilómetros de carriles bici, utilizados diariamente por aproximadamente la mitad de la población, lo que ayuda a reducir el volumen de emisiones, que han disminuido en un 80 por ciento desde 2009.