El sector mundial del petróleo y el gas (O&G) atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia reciente. La subida de los precios internacionales y el conflicto entre Rusia y Ucrania han generado una tensión superior a la media ante el riesgo de escasez de energía, que afecta a empresas y personas. La seguridad energética preocupa especialmente a los países europeos, que dependen en gran medida del gas natural y la gasolina rusos, responsables de alimentar los coches, calentar los hogares y hacer funcionar innumerables parques industriales en el Viejo Continente.
En este contexto tan desafiante, las empresas de O&G están experimentando una profunda reformulación de toda su cadena de valor, incluyendo la gestión de las unidades de producción y la creación de nuevos modelos de negocio. Todo para alinearse con la nueva agenda empresarial definida por ESG (Enviroment, Social and Governance).
A partir de ahora, el crecimiento debe ser sostenible, con responsabilidad social, gobernanza irreprochable y protección del medio ambiente, acelerando el proceso de descarbonización de las actividades que involucran al sector. El mundo moderno demanda más energía, es cierto, pero se ha negado cada vez más a pagar cualquier precio por ella.
En la construcción de este nuevo viaje, el papel de la tecnología es fundamental. La adopción de herramientas tecnológicas inteligentes se traduce en una eficiencia que aporta productividad y en la generación de un conocimiento de la situación sobre el impacto del sector en la sociedad y la naturaleza, generando valiosos conocimientos para mitigar cualquier efecto negativo. Además, al validar sus políticas ESG con datos y métricas, las empresas se acreditan a las líneas de crédito «verdes», que son cada vez más sólidas, selectivas y juiciosas a la hora de definir quién tiene acceso a la caja fuerte o no.
Más tecnología, mejor ESG
Desde el punto de vista medioambiental, la aplicación de soluciones tecnológicas en toda la cadena de valor ha ayudado al sector a reducir sus emisiones de carbono. Es importante porque, según McKinsey, la industria de O&G contribuye directa e indirectamente al 42% del CO2 vertido a la atmósfera. Centrándose exclusivamente en la operación de extracción, producción y distribución, sería un 8%. El objetivo sería reducir este volumen en un 90% para 2050.
El estudio de McKinsey también indica que casi la mitad de la huella de carbono del sector (47%) procede de las fugas en los gasoductos. Así, la adopción de ecosistemas con decenas de miles de sensores inteligentes y conectados (IoT) ha ido permitiendo supervisar estas redes de distribución de forma más eficiente. Las alertas electrónicas se emiten en tiempo real en caso de fugas de gas o aceite, o de posible sobrecalentamiento de los sistemas, lo que hace que los equipos de respuesta actúen en menos tiempo y con mayor asertividad.
La misma arquitectura IoT proporciona datos esenciales para los ciclos de mantenimiento predictivo y preventivo, reduciendo el riesgo de paradas de las unidades industriales que pueden ser causadas por fallos imprevistos de los equipos.
En el aspecto social, el uso de la tecnología en el sector de O&G se traduce en un aumento de la seguridad de los empleados. Con la robotización y la automatización de los procesos industriales considerados peligrosos, en los que las máquinas realizan tareas de alto riesgo en los polígonos industriales o en las plataformas de extracción, se minimiza considerablemente la probabilidad de que se produzcan accidentes con vidas humanas.
Los dispositivos tecnológicos vestibles – wearables – se adoptan para controlar las funciones vitales de los empleados activos en instalaciones remotas, así como para detectar cualquier amenaza invisible, como fugas de gases tóxicos inodoros que puedan poner en peligro la salud de los trabajadores.
La supervisión a distancia de las infraestructuras petrolíferas realizada con la ayuda de drones, cámaras inteligentes, gafas de realidad aumentada y sensores conectados se traduce también en una reducción sustancial de las emisiones de carbono relacionadas con el transporte de los profesionales. Los ingenieros pueden, por ejemplo, inspeccionar unidades de producción situadas a cientos de kilómetros de distancia mediante cuadros de mando y técnicos locales equipados con gafas inteligentes con imágenes de alta resolución.
Cada año, este recurso elimina toneladas de CO2 que se emitirían cuando los equipos de inspección se desplazan a las unidades de producción y refinerías, a menudo situadas en lugares remotos, lejos de las sedes de las empresas.
Los drones también han sido ampliamente utilizados por gigantes petrolíferos como ExxonMobil para rastrear y estudiar el impacto de sus actividades en las ballenas en contacto con sus plataformas y barcos oceánicos. Chevron confía en los drones para la gestión de catástrofes. Shell también los utiliza para inspeccionar las chimeneas.
Productividad
Los recursos tecnológicos también se han empleado ampliamente para colaborar con el aumento de la productividad. Las más conocidas son las arquitecturas IoT, que optimizan el rendimiento de las máquinas, y la robotización de las fases de producción, eliminando la fatiga humana y la necesidad de pausas de descanso, almuerzo o vacaciones y fines de semana.
Con tantos equipos que emiten enormes cantidades de datos en tiempo real, las empresas han tratado de invertir en infraestructuras informáticas robustas, flexibles y seguras, capaces de procesar, analizar y almacenar todos los big data que se originan en los campos de petróleo y gas, las refinerías y los centros de logística y distribución. A partir de este análisis de datos se genera la información y los conocimientos estratégicos necesarios para reducir los costes de explotación y aumentar la productividad.
Más recientemente, el uso de gemelos digitales – digital twins –, simula fielmente en 3D las instalaciones, permitiendo un seguimiento preciso de toda la infraestructura, identificando puntos de mejora. Una solución similar genera mapas geológicos digitalizados de los yacimientos petrolíferos, sugiriendo con gran precisión la perforación sólo de los pozos con mayor potencial productivo, reflejándose también en el ROI de las empresas.
Por último, blockchain ha llegado a O&G para reducir la inseguridad de los contratos y la burocracia de las negociaciones. Con los contratos inteligentes autoejecutables encriptados de forma permanente e inviolable (NFTs), es posible garantizar la absoluta credibilidad de los acuerdos, con documentación y plazos estrictamente respetados. También se está adoptando para el seguimiento de las materias primas y la mejora del control de calidad de las operaciones.
Energía limpia
Los altos precios y la preocupación por el abastecimiento energético provocados por la invasión rusa de Ucrania han dado a las naciones otra oportunidad para reflexionar sobre la necesidad de acelerar la producción a gran escala de energía limpia y renovable.
A nivel mundial, el año 2021 registró un récord histórico en la generación de este tipo de energía: 295 GW, un aumento del 6% en comparación con el año anterior, según un estudio de la Agencia Internacional de la Energía – AIE, superando obstáculos como los altos precios de las materias primas y los retrasos en la construcción de unidades de generación debido a la pandemia.
Según el informe – Renewable Energy Market Update – publicado en mayo por la agencia, la expectativa para este año es que la energía total obtenida de fuentes renovables alcance los 320 GW, el equivalente a toda la demanda de electricidad de Alemania, por ejemplo, o la cantidad anual de energía generada en Europa con gas natural.
Además, según el mismo documento, la energía solar es la que más aporta a la red de fuentes limpias, con un 60% del volumen disponible, seguida de la eólica y la hidroeléctrica.
El aumento de la producción de energía limpia también requiere el compromiso de las empresas del sector de O&G. British Petroleum (BP), por ejemplo, ha anunciado su objetivo de producir 50 GW de energía limpia para 2050. Otros gigantes del petróleo, como Total y Eni, pretenden alcanzar 35 GW y 15 GW, respectivamente, en el mismo periodo.
Se trata de esfuerzos válidos, aunque todavía tienen una baja representación en la matriz energética mundial. Los datos de la AIE para 2021 indican que la suma de toda la energía eólica, solar, geotérmica, hidráulica y de biomasa alcanza un modesto 14% de la producción mundial.
Como la economía mundial sigue siendo muy dependiente de los hidrocarburos, el sector de O&G ha invertido mucho en infraestructuras de captura y almacenamiento de carbono (CCS) generadas en su cadena de producción. Se trata de enormes parques tecnológicos que secuestran el CO2 y otros gases de efecto invernadero antes de liberarlos a la atmósfera, compactándolos y enterrándolos bajo tierra.
En abril de este año, la petrolera australiana Santos anunció un proyecto de CAC capaz de almacenar 10 millones de toneladas de CO2 al año. La misma empresa ya está construyendo una CAC para 1,7 millones de toneladas/año, cuya puesta en marcha está prevista a partir de 2024. Actualmente, hay menos de 50 unidades de captura de carbono en funcionamiento en el mundo.
Complejas, estas instalaciones requieren una gran inversión y subvenciones gubernamentales, pero también pueden ser muy rentables. Esto se debe a que las empresas de O&G pretenden utilizar sus plantas de CAC como operaciones «como servicio», no sólo descarbonizando sus propias actividades, sino ofreciéndolas a otras industrias como la del acero y el cemento.
ESG como inversión
El viaje de transformación de las empresas del sector de O&G implica la diversificación y optimización de los recursos de la cartera, la adopción y el desarrollo de objetivos inteligentes para la transición energética, la atracción, formación y retención de buenos profesionales, y la plena adaptación de sus operaciones a los requisitos ESG.
Las organizaciones impulsadas por un propósito y dotadas de alta tecnología, guiadas por objetivos inteligentes y estrategias progresistas, pueden marcar la diferencia en esta industria. Pero es necesario actuar ahora, como se alentó acertadamente en la última COP26 de noviembre del año pasado.
La importancia percibida de establecer rigurosamente objetivos y normas ASG es ya un consenso entre la mayoría de los ejecutivos de la industria, según la reciente encuesta de Deloitte Oil and Gas Industry Outlook 2022. Para el 59% de los directores financieros entrevistados por la consultora, el desarrollo de puntos de referencia, directrices, pautas y métricas ESG en 2022, así como la evaluación de los costes y riesgos relacionados con el clima, es la estrategia prioritaria para la década.
Sobre todo, porque el negocio a partir de ahora depende de la actuación positiva y probada de las empresas con el medio ambiente y la sociedad. Colaborar de forma contundente con la descarbonización de la economía, con el objetivo de frenar el calentamiento global dentro de los parámetros determinados por la ONU, así como generar valor genuino en las relaciones con empleados, socios, accionistas y stakeholders, son las nuevas claves para acceder a fondos de inversión trillonarios, como Blackrock o Climate Action 100+, una iniciativa que reúne a más de 500 grandes empresas firmantes que controlan 50 billones de dólares en activos, para acciones dirigidas al cambio climático.
La longevidad y la competitividad de las empresas de O&G dependen de ello. No hay futuro para ellos sin ESG. Y en este escenario de resignificación que precede a la transición energética mundial, la tecnología viene desempeñando un papel clave para una transformación verdadera y sostenible de todo el sector.