Se prevén dos grandes tendencias que determinarán la forma de producir alimentos en el mundo en las próximas décadas. La primera es el crecimiento de la población mundial, que pasará de los 8.000 millones de personas actuales a 10.000 millones en 2050. La segunda es el cambio climático y la urgencia que genera de formas más sostenibles de producción de alimentos.
Según un estudio del World Resources Institute (WRI), la producción de alimentos en el mundo tendrá que aumentar un 60% para satisfacer la demanda generada por el aumento de la población en las próximas décadas. Pero esto tendrá que hacerse con un uso cada vez más racional de los recursos, de forma que se reduzca el impacto climático – la agricultura fue uno de los grandes temas de la COP27, en Egipto, y de la reunión del G20, en Indonesia, a finales de 2022.
El camino, es un consenso en los círculos empresariales y académicos, es a través de la tecnología. A medida que pasa el tiempo y aumenta el desafío, crece el uso de soluciones innovadoras para retos familiares a los empresarios y ejecutivos del agronegocio. Según un estudio de Precedence Research, el mercado mundial de la agricultura inteligente (smart agriculture), que era de US$ 18,1 mil millones en 2021, alcanzará el nivel de US$ 21,9 este año y superará los US$ 43 mil millones en 2030.
Lo más destacado del año
En 2023, en concreto, destacarán las inversiones en algunos frentes concretos. Jorge Ávila, director técnico de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), señala que la agricultura inteligente y de precisión, la trazabilidad, la tokenización y la sostenibilidad están en auge. En el exterior, los expertos también señalan, además de estos, la expansión de la agricultura de ambiente controlado, en granjas verticales automatizadas.
Aunque todavía son pocas en Brasil, las granjas verticales, de interior, son cada vez más comunes en todo el mundo. Según las previsiones de The Food Institute, el mercado alcanzará los 21.000 millones de dólares en 2029.
En las granjas verticales, todo está medido y controlado en busca de la calidad, la eficiencia y la sostenibilidad. Con ello se consigue simular, en un ambiente cerrado, las condiciones ideales para la producción de diferentes cultivos vegetales, con ahorro de recursos. El uso de agua, por ejemplo, puede reducirse hasta en un 95%. El uso de fertilizantes puede reducirse en un 60%. También hay beneficios medioambientales con la reducción del transporte dentro de las grandes ciudades.
Pero en Brasil, donde las condiciones de la tierra y el clima son de las más favorables del mundo para la agroindustria, los mayores avances en digitalización se están produciendo en las explotaciones tradicionales, cada vez más conectadas. Según una encuesta de McKinsey, el 71% de los productores brasileños ya utilizan canales digitales para sus compras y la mitad de ellos han adoptado, o planean adoptar, nuevas tecnologías agrícolas.
Hay varias razones por las que esto está ocurriendo. La combinación de tecnologías como Internet de las Cosas (IoT), inteligencia artificial (IA), drones, equipos autónomos, robots y comunicación por satélite que caracteriza a la agricultura de precisión ha permitido monitorizar, casi en tiempo real, factores clave como la salud de las plantas, las variaciones de temperatura, nutrientes y humedad del suelo.
La información capturada por cámaras y sensores en esta red facilita el control de plagas, la planificación de la siembra y el ajuste del suelo con mayor precisión. Al conocer la humedad y la fertilidad en cada parcela de suelo, e identificar tempranamente las enfermedades de las plantas, los productores pueden reducir el uso de agua, pesticidas y fertilizantes – algo clave en tiempos de crisis, como en 2022, cuando los fertilizantes tuvieron la mayor variación de precios de la historia, debido a la guerra en Ucrania- y cuantificar los impactos de sus actividades y acciones de sostenibilidad.
Según un estudio de Market and Markets, el mercado de la agricultura de precisión crecerá a tasas anuales compuestas del 8% para 2023 y pasará de $ 8.5 mil millones a $ 15.6 mil millones.
El creciente volumen de datos captados por esta red de cámaras y sensores IoT empleados en la agricultura de precisión, amplía también exponencialmente las posibilidades en el campo. Basándose en ellos, será cada vez más común, en 2023, la adopción de gemelos digitales de explotaciones agrícolas. Servirán de base para simular escenarios futuros y planificar acciones para corregir cualquier problema previsto por el sistema.
Los datos también servirán para alimentar herramientas de IA capaces de reconocer patrones cada vez más sofisticados. A partir de ellos, ofrecerán sugerencias para que los gestores tomen decisiones más asertivas y sostenibles. La perspectiva es que las inversiones anuales en IA en este campo alcancen los 4.000 millones de dólares en 2026, creciendo a un ritmo del 25,5% anual.
En la búsqueda de la sostenibilidad, ya impulsada por el uso más racional de los recursos, también entra la tokenización. Según Ávila, la apuesta por las tecnologías basadas en blockchain es cada vez más fuerte. Por un lado, porque abre la posibilidad de simplificar los negocios futuros, reducir los costos de transacción y seguros, así como identificar mejoras en la cadena logística. Por otro lado, dando mayor transparencia a la cadena de producción y permitiendo al consumidor conocer más sobre el origen de los productos.
Por coherencia, todas estas tendencias deben ir acompañadas de medidas para reducir la huella de carbono también en la infraestructura informática que sustenta el proceso de digitalización. Al igual que en el campo, hoy en día existen tecnologías de vanguardia que hacen que la implantación de nuevos data centers sea más rentable y sostenible que la modernización de viejas estructuras.
En el futuro, la producción de alimentos exigirá tanto de los datos como del sol y el agua. Y todo tendrá que ser sostenible.