Las ciudades son cada vez más inteligentes en todo el mundo con la intensificación del uso de la tecnología. Ecosistemas de sensores, aplicaciones de servicios, centros de datos para el análisis y procesamiento de la información, todo un entramado tecnológico que se ha implementado en diversas localidades y que ha contribuido fuertemente a la construcción de una visión más holística que permite el desarrollo de soluciones para los diversos retos presentes en estas áreas urbanas.
Una métrica que refleja esta expansión es la previsión del tamaño de este sector. Según la consultora Research&Markets, el mercado de las ciudades inteligentes debería mover 2,5 billones de dólares en 2025, con un crecimiento del 20,5% anual. Estados Unidos, los países de Europa Occidental, China, Japón y Corea del Sur lideran estas inversiones.
En este sentido, los líderes empresariales y los funcionarios gubernamentales se han esforzado por acelerar la transformación digital con el fin de formatear las mejores estrategias de implementación tecnológica para mejorar la calidad de vida en los centros urbanos. En el mapa ideal, ciertas tecnologías -como el IoT (Internet de las Cosas), el edge computing, la nube, la inteligencia artificial (IA) y el 5G, entre otras- ya se consideran imprescindibles y han demostrado de forma práctica los beneficios de su empleabilidad en verticales como la sanidad pública, el transporte, la energía, las infraestructuras y la propia garantía de la ciudadanía.
En la palma de la mano
La percepción común de que la tecnología es un recurso cuya actuación en las ciudades se limitaría a la estructura de los servicios públicos queda cada día más desfasada. Las aplicaciones han puesto en contacto a los residentes con un amplio abanico de organismos gubernamentales y entidades vinculadas a la gestión de los municipios, ya sea para solicitar una simple poda de un árbol o para informar de problemas como un bache en la calle. El concepto de «datos abiertos», con información sobre la ciudad disponible para todos, ha empoderado a los ciudadanos y ha permitido un mayor seguimiento de la gestión pública, además de abrir el camino a la participación de la iniciativa privada en la creación de soluciones y nuevos negocios.
Salud inteligente
El uso de la tecnología para mejorar la atención sanitaria se hizo aún más evidente y necesario durante el periodo crítico de la pandemia. La telemedicina y las aplicaciones para exámenes y diagnósticos desempeñaron un papel crucial en el momento más agudo de la crisis sanitaria provocada por el Covid, sumándose a la atención presencial en hospitales y unidades sanitarias en la lucha contra la nueva enfermedad.
Igualmente relevante ha sido el avance en los procesos de análisis de pacientes gracias al uso de sensores inteligentes (IoT), que colaboran en la monitorización remota de los pacientes. Llevados como relojes o instalados en objetos de uso frecuente, como sillones y camas, estos dispositivos emiten datos sobre el estado de salud y solicitan atención de urgencia en caso de necesidad, demostrando ser extremadamente útiles bajo el aspecto de la atención individualizada.
Sin embargo, la tecnología también se ha utilizado para mejorar los servicios sanitarios desde una perspectiva comunitaria. Las herramientas colaborativas y los algoritmos inteligentes se han utilizado, por ejemplo, para reducir la desigualdad en el acceso al sistema sanitario público. Un ejemplo es Chicago (EE.UU.), que lanzó en 2020 el programa Healthy Chicago 2025, cuyo objetivo es reducir la desigualdad en la esperanza de vida entre la población blanca y negra de la ciudad. A través de una plataforma digital que recoge información de los agentes sociales, autoridades municipales, hospitales y a partir de estos datos que permite al gestor público dirigir recursos y esfuerzos para mejorar la atención sanitaria a los más pobres.
En materia de seguridad pública, el apoyo tecnológico que ofrecen los sistemas biométricos, las cámaras inteligentes con reconocimiento facial, los sensores de ruido y la vigilancia integrada entre ciudades a través de muros digitales ha contribuido fuertemente a la reducción de los índices de criminalidad. Según un estudio de McKinsey, estas aplicaciones pueden reducir entre un 30% y un 40% los casos de homicidio, robo o hurto de vehículos en ciudades de más de 5 millones de habitantes.
Las tecnologías inteligentes aportan aún más valor en este aspecto de la vida en las grandes metrópolis, ya que permiten crear «mapas de la delincuencia en el tiempo», definiendo patrones y zonas de alto riesgo para anticiparse a los sucesos. Y, en el caso de delitos en curso, esta información integrada puede proporcionar un tiempo de respuesta más corto a las autoridades.
Movilidad y transporte
Problema crónico en las grandes ciudades, la congestión en las vías urbanas causa enormes daños al medio ambiente, a las empresas y a la salud física y mental de los habitantes. En este sentido, las herramientas tecnológicas que consolidan los datos enviados por satélite, los sistemas de tráfico basados en cámaras y sensores, y el propio conductor, pueden mejorar significativamente la movilidad urbana, ya sea enviando alertas sobre zonas críticas, guiando a los equipos de campo o mejorando la gestión de toda la red de carreteras. Un ecosistema en el que el uso del IoT combinado con el procesamiento de datos en el borde juega un papel importante para acelerar las medidas de mitigación.
En el caso del transporte público, también es posible mejorar la calidad del servicio a la población mediante el análisis integrado de los datos captados por una arquitectura inteligente, en la que intervienen dispositivos conectados en las flotas y estaciones de autobuses, el GPS y la información recogida de los operadores del sistema. A partir de esta información, el gestor público estará mejor capacitado para desarrollar nuevas políticas para el sector, ya sea a través de nuevas rutas, carriles exclusivos o incluso la sustitución progresiva de la matriz energética del modo en cuestión, con el fin de reducir los niveles de emisiones de CO2 y otros gases contaminantes.
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En este sentido, la tecnología también se ha utilizado en las ciudades para optimizar el consumo de recursos naturales y energéticos como el agua y la electricidad, con el fin de reducir el impacto en el medio ambiente. Sistemas de recogida de agua de lluvia, por ejemplo, que actúan de forma inteligente y favorecen el riego de las zonas verdes urbanas. O incluso la supervisión electrónica de toda la red de agua de la ciudad -incluidos los edificios públicos- para detectar fugas en las tuberías y evitar el despilfarro.
Redes de alumbrado público con sensores que detectan la presencia y ausencia de personas para regular su funcionamiento, lo que también incide en la cuestión de la seguridad urbana. El uso de la tecnología LED para iluminar los espacios del municipio también supone una importante ganancia en la reducción del consumo energético.
La adopción de energía procedente de fuentes renovables es otro camino que deben seguir las ciudades en la búsqueda de la autosuficiencia. Una estrategia que debe utilizar herramientas tecnológicas para permitir la integración del sistema público de distribución con la captación de energía alternativa -a través de paneles solares, por ejemplo- realizada en edificios privados.
La gestión más eficiente de la energía consumida en las ciudades inteligentes depende fundamentalmente de la participación de los residentes. Las aplicaciones de seguimiento y otros recursos digitales pretenden animar a la sociedad a revisar sus prácticas relacionadas con el tema y tratar de reducir su uso.
Según un informe de la Coalición para las Transiciones Urbanas (2019), la implementación de todo este ecosistema integrado y tecnológico, distribuido en estos verticales de la vida urbana puede colaborar en el recorte de hasta el 90% de las emisiones de gases de efecto invernadero en las ciudades.
Demanda de procesamiento
La aceleración de la transformación digital de los centros urbanos trae consigo otra demanda: la de procesamiento y análisis de datos. Al fin y al cabo, si todo está conectado, integrado y computado en estas ciudades inteligentes, es necesario contar con infraestructuras TI absolutamente eficientes, resilientes y disponibles para poder abordar toda esta inteligencia generada por el ecosistema tecnológico (IoT, edge, 5G…) para potenciar las acciones de los gestores públicos, de forma ágil y segura.
Con el proceso de digitalización, se ha descubierto que las ciudades pueden «hablar» y es necesario entenderlas lo más claramente posible. Se trata de un fenómeno creciente proporcionado por la tecnología, que ha contribuido a la generación de nuevos negocios y da más eficiencia a los servicios públicos, mayor transparencia en la gobernanza y más calidad en la gestión de los recursos naturales y la energía en las zonas urbanas.